domingo, 27 de agosto de 2017

Mi voz está en su sitio
el corazón sabe algo más porque me duele
por eso digo:
terrible oficio
es repartir equivocadamente los abrazos
y que el alma viva entre perros hambrientos
uno de mis errores
fue creer que todos éramos hermanos
y ahora
no se le puede cambiar el horizonte a la nostalgia
hay que olvidarse de las viejas sonrisas
y andar con el dolor a cuestas
para que sirva definitivamente
nunca dije
mi lágrima fue grande
sufrí
no me quisieron
cada uno conoce su dolor
y sabe de qué manera hablarle a la desgracia
que venga la vida y me golpee
de nada vale cerrar los ojos
un hombre dormido
es un dolor que descansa
es duro el amor cuando se niega
un día sin embargo recuesta sus abrazos
apoya su misterio en mi cabeza
y me lleva a vivir al primer piso de un incendio
no comparo
simplemente doy mi fruto
y espero
la semilla más humilde
puede brotar el fuego o la hermosura
si estoy acorralado entre dos besos
decido acurrucarme al pie de mi corazón
y sueño
soy triste hasta los zapatos
a la hora del té
mi alegría se sienta y llora conmigo
pero sostengo que un día
aunque el amor sea el hermano implacable de la lluvia
de mi casa a tus ojos
no habrá naufragios
Roberto Santoro
(A mi abuela)

lunes, 20 de junio de 2016


LOS ALMENDROS. Albert Camus.

Sabe usted -le decía Napoleón a Fontanes- qué es lo que más admiro del mundo? La impotencia de la fuerza para fundar nada. Sólo hay dos potencias en el mundo: la espada y el espíritu. A la larga, la espada es siempre vencida por el espíritu."
Los conquistadores -por lo que se ve-, son en ocasiones melancólicos. Algún precio hay que pagar por tanta gloria vana. Pero lo que hace cien años era verdad para la espada, hoy ya no lo es tanto por lo que se refiere al tanque. Los conquistadores han ganado puntos, y el lúgubre silencio de los lugares sin espíritu se ha instalado durante años en una Europa desgarrada.
En tiempos de las espantosas guerras de Flandes, los pintores holandeses podían llegar a pintar los gallos de sus corrales. Se ha olvidado asimismo la guerra de los Cien Años y, no obstante, las oraciones de los místicos silesios viven aún en algunos corazones. Pero hoy las cosas han cambiado y se moviliza tanto al pintor como al monje: somos solidarios con ese mundo. El espíritu ha perdido esa regia seguridad que los conquistadores sabían reconocerle; hoy, incapaz de dominar a la fuerza, se agota maldiciéndola.
Las personas de buena fe dicen que eso es una desgracia. Nosotros no sabemos si es una desgracia, pero sabemos que es así. La conclusión es que hay que arreglárselas. Y, así, basta con saber lo que queremos. Y lo que queremos es precisamente no inclinarnos nunca ante la espada, no dar nunca la razón a la fuerza que no se pone al servicio del espíritu.
Ciertamente se trata de una tarea que no tiene fin. Pero estamos aquí para proseguirla. No creo tanto en la razón como para apuntarme al progreso ni a ninguna filosofía de la Historia. Por lo menos, sí creo que los hombres nunca han dejado de avanzar en la conciencia que han ido adquiriendo de su destino. No nos hemos elevado por encima de nuestra condición, y, sin embargo, la conocemos mejor. Sabemos que vivimos en la contradicción, pero que debemos rechazar la contradicción y hacer cuanto sea necesario para disminuirla. Nuestra tarea de hombres es la de encontrar las escasas fórmulas que puedan apaciguar la angustia infinita de las almas libres. Tenemos que remendar lo que se ha desgarrado, hacer que la justicia sea imaginable en un mundo tan evidentemente injusto, que la felicidad tenga algún sentido para los pueblos envenenados por la desdicha del siglo. Naturalmente es una tarea sobrehumana. Pero se llama sobrehumanas a las tareas que los hombres tardan mucho tiempo en llevar a cabo: eso es todo. 
Sepamos, pues, lo que queremos; permanezcamos firmes en el espíritu aun cuando la fuerza, para seducirnos, tome la forma de una idea o del bienestar. Lo más importante es no perder la esperanza. No hagamos demasiado caso a los que anuncian el fin del mundo. Las civilizaciones no mueren con tanta facilidad, y, aun suponiendo que este mundo tuviera que derrumbarse, lo haría después que otros. Es muy cierto que estamos en una época trágica. Pero mucha gente confunde lo trágico con la desesperación. "Lo trágico -decía Lawrence- debería ser una inmensa patada que se le pega a la desdicha." He aquí un pensamiento sano e inmediatamente aplicable. Hay muchas cosas hoy en día que merecen esa patada.
Cuando vivía en Argel, esperaba siempre pacientemente durante el invierno, porque sabía que en una noche, en una sola noche fría y pura de febrero, los almendros del valle des Consuls se cubrirían de flores blancas. Después me maravillaba al ver cómo esa nieve frágil resistía todas las lluvias y el viento del mar. Sin embargo, todos los años resistía lo suficiente para preparar el fruto.
No es un símbolo. No ganaremos nuestra felicidad a fuerza de símbolos. Hace falta algo más serio. Quiero decir tan sólo que, a veces, cuando el peso de la vida se vuelve excesivo en esta Europa todavía colmada de su propia desdicha, me vuelvo hacia esos países restallantes donde quedan aún tantas fuerzas intactas. Los conozco demasiado como para no saber que son la tierra elegida donde la contemplación y el valor pueden equilibrarse. Meditar acerca de su ejemplo me enseña que si se quiere salvar la inteligencia, es necesario ignorar sus dotes para la queja y exaltar su fuerza y su prestigio. Este mundo está envenenado de desdichas y parece complacerse en ellas. Está entregado por completo a ese mal que Nietzsche llamaba espíritu de torpeza. No le tendamos la mano. Es inútil llorar sobre el espíritu, basta con trabajar por él.
Pero, ¿dónde están las virtudes conquistadoras del espíritu? El propio Nietzsche las ha enumerado como enemigos mortales del espíritu de torpeza. Según él son la fuerza de carácter, el gusto, el "mundo", la felicidad clásica, el duro orgullo, la fría frugalidad del sabio.
Tales virtudes son necesarias más que nunca y cada cual puede elegir la que le convenga. Ante la enorme magnitud de la partida en juego, que no se olvide en todo caso la fuerza de carácter. No hablo de esa a la que en las tribunas electorales acompañan los fruncimientos de cejas y las amenazas. Sino de la que resiste todos los vientos del mar en virtud de la blancura y de la savia. Esa es la que, en el invierno del mundo, preparará el fruto.  (1940)
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  Albert CAMUS, de El VeranoTrad.  Luis Echávarri. Madrid, Alianza Editorial, 1996.

lunes, 14 de septiembre de 2015

A medianoche solo la orilla. Esperar un poco más, y me iré. El propio cielo ésta al pairo con todas sus estrellas, como esos paquebotes cubiertos de luces que , a esta misma hora , en el mundo entero, iluminan las aguas sombrías de los puertos. El espacio y el silencio pesan juntos sobre el Corazon.
Un brusco amor, una gran obra, un acto decisivo, un pensamiento que transfigura, provocan en ciertos momentos la misma intolerable ansiedad, reforzada por una atracción irresistible. Deliciosa angustia de ser, proximidad exquisita de un peligro cuyo nombre no conocemos, es vivir entonces, correr hacia la perdición? De nuevo, sin tregua, corramos hacia nuestra perdición.
Siempre he tenido la impresión de vivir en alta mar, amenazado, en el corazón de una felicidad regia. 

AC
A RAS DE SUEÑO (MB)
Sólo una temporada provisoria, tatuaje de incontables tradiciones, oscuro mausoleo donde empieza a existir el futuro, a hacerse piedra.
Nada aquí, nada allá. Son las palabras del mago lejanísimo y borroso.
Sin embargo, la infancia se empecina, comienza a levantar sus inventarios, a echar sus amplias redes para luego. Es una isla limpia y sobre todo fugaz, es un venero de primicias que se van lentamente resecando.
Queda atrás como un rápido paisaje del que persistirán sólo unas nubes, un biombo, dos juguetes, tres racimos, o apenas un olor, una ceniza. Con luces queda atrás, a la intemperie, yacente y aplazada para nunca, sola con su aptitud irresistible y un pudor incorpóreo, agazapado. Para nunca aplazada, fabulosa infancia entre sus redes extinguida.
Por algo queda atrás. Esa entrañable cede paso al fervor, al pasmo, al fruto, el azar hinca el diente en otra bruma, somos los moribundos que nacemos a la carne, a la sangre, al entusiasmo, nos burlamos del sol, de la penumbra, manejamos la gloria como un lápiz y en las vírgenes tapias dibujamos el amor y su viejo colmo, el odio, el grito que nos pone la vergüenza en las manos mucho antes que en la boca.
El celaje se enciende. Somos niebla bajo el cielo compacto, insolidario, el asombro hace cuentas y no puede mantenernos serenos, apacibles, somos el invasor protagonista que hace trizas el tiempo, que hace ruido pueril, que hace palabras, que hace pactos, somos tan poderosos, tan eternos, que cerramos el puño y el verano comienza a sollozar entre los árboles.
Mejor dicho: creemos que solloza. El verano es un.vaho, por lo tanto no tiene ojos ni párpados ni lágrimas, en sus tardes de atmósfera más tenue es calor, es calor, y en las mañanas de aire pesado, corporal, viscoso, es calor, es calor. Con eso basta.
De todos modos cambia a las muchachas, las ilumina, las ondula, y luego las respira y suspira como acordes, las envuelve en amor, las hace carne, les pinta brazos con venitas tenues en colores y luz complementarios, les abre escotes para que alguien vierta cualquier mirada, ese poderhabiente.
La vida, qué región esplendorosa. ¿Quién escruta la muerte, quién la tienta? A la horca con él. ¿Quién piensa en esa imposible quietud cuando es la hora para cada uno de morder su fruta, de usar su espejo, de gritar su grito, de escupir a los cielos, de ir subiendo de dos en dos todas las escaleras?
La muerte no se apura, sin embargo, ni se aplaca. Tampoco se impacienta. Hay tantas muertes como negaciones. La muerte que desgarra, la que expulsa, la que embruja, la que arde, la que agota, la que enluta el amor, la que excrementa, la que siega, la que usa, la que ablanda, la muerte de arenal, la de pantano, la de abismo, la de agua, la de almohada.
Hay tantas muertes como teologías, pero todas se juntan en la espera. Esa que acecha es una muerte sola. Escarnecida, rencorosa, hueca, su insomnio enloquecido se desploma sobre todos los sueños, su delirio se parece bastante a la cordura. Muerte esbelta y rompiente, qué increíble sirena para el Mar de los Suicidas.
No canta, pero indica, marca, alude, exhibe sus voraces argumentos, sus afiches turísticos, explica por qué es tan milagrosa su inminencia, por qué es tan atractivo su desastre, por qué tan confortable su vacío.
No canta, pero es como si cantara. Su demagogia negra usa palomas, telegramas y rezos y suspiros, sonatas para piano, arpas de herrumbre, vitrinas del amor momificado, relojes de lujuria que amontonan segundos y segundos y otras prórrogas.
No canta, pero es como si cantara, su espanto vendaval silba en la espiga, su pregunta repica en el silencio, su loco desparpajo exuda un réquiem que es prado y es follaje y es almena.
Hay que volverse sordo y mudo y ciego, sordo de amor, de amor enmudecido, ciego de amor. Olfato, gusto y tacto quedan para alejar la muerte y para hundirse en la mujer, en esa ola que es tiempo y lengua y brazos y latido, esa mujer descanso, mujer césped, que es llanto y rostro y siembra y apetito, esa mujer cosecha, mujer signo, que es paz y aliento y cábala y jadeo.
Hay que amar con horror para salvarse, amanecer cuando los mansos dientes muerden, para salvarse, o por lo menos para creerse a salvo, que es bastante. Hay que amar sentenciado y sin urgencia, para salvarse, para guarecerse de esa muerte que llueve hielo o fuego.
Es el cielo común, el alba escándalo, el goce atroz, el milagroso caos, la piel abismo, la granada abierta, la única unidad uniyugada, la derrota de todas las cautelas.
Hay que amar con valor, para salvarse. Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos, Hay que despilfarrar en una noche —que puede ser mil y una— el universo, sin augurios, sin planes, sin temblores, sin convenios, sin votos, con olvido, desnudos cuerpo y alma, disponibles para ser otro y otra a ras de sueño.
Bendita noche cóncava, delicia de encontrar un abrazo a la deriva y entrar en ese enigma, sin astucia, y volver por el aire al aire libre, Hay que amar con amor, para salvarse.
Entonces vienen las contradicciones o sea la razón. El mundo existe con manchas, sin arar, y no hay conjuro ni fe que lo desmienta o modifique.
El manantial se seca, el árbol cae, la sangre fluye, el odio se hace muro, ¿Es mi hermano el verdugo? Ese asesino y dios padrastro todopoderoso, ese señor del vómito, ese artífice de la hecatombe, ¿puede ser mi hermano? Surtidor de napalm, profeta imbécil, ¿ése, mi prójimo?, ¿ése, el semejante? Sindico en todo caso de la muerte, argumento Y proclama de la ruina, poder y brazo ejecutor. Estiércol.
Por esta vez no he de mirar mis pasos sino el contorno triste, calcinado. Miro a mi sombra que está envejeciendo, la sombra de los míos que envejecen.
El mundo existe. Con o sin sus manes, con o sin su señal. Existe. Punto.
El mundo existe con mis ex iguales, con mis amigos-enemigos, esos que ya olvidé por qué se traicionaron.
Tiendo mi mano a veces y está sola y está más sola cuando no la tiendo, pienso en los compradores emboscados y tengo duelo y tengo rabia y tengo un reproche que empieza en mis lealtades, en mis confianzas sin mayor motivo, en mi invención del prójimo-mi-aliado. Ni aun ahora me resigno a creerlo.
No todos son así, no todos ceden. Tendré que repetírmelo a escondidas y barajar de nuevo el almanaque.
Mi corazón acobardado sigue inventando valor, abriendo créditos, tirando cabos sólo a la siniestra, aprendiendo a aprender, pobre aleluya, y quién sabe, quién sabe si entre tanta mentira incandescente, no queda algo de verdad a la sombra. Y no es metáfora.
Nada aquí, nada allá. Son las palabras del mago lejanísimo y borroso.
Pero ¿por qué creerle a pie juntillas? ¿En qué galaxia está el certificado?
Algo aquí, nada allá. ¿Es tan distinto? Lo propongo debajo de mis párpados y en mi boca cerrada. ¿Es tan distinto? Ya sé, hay razones nítidas, famosas, hay cien teorías sobre la derrota, hay argumentos para suicidarse,
Pero ¿y si hay un resquicio? ¿Es tan distinto, tan necio, tan ridículo, tan torpe, tener un espacioso sueño propio donde el hombre se muera pero actúe como inmortal?
"A una mujer, de Julio Cortázar."12/02/2015 20:09


No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón, no hay que estar triste si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil, ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí, constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo -pero por qué nombrar el polvo y la ceniza. Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra. Sólo dura la efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga, esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos, y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía, las torres del maíz, los ciegos montes. Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo, no nos movemos del terror y la delicia, y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón, cómo corren las nubes al futuro. ¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té. No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer que se nace o se muere, cuando lo único real es el hueco que queda en el papel, el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvido.
7/3/14

La flecha 



No importa que la flecha no alcance el blanco
Mejor así
No capturar ninguna presa
No hacerle daño a nadie
pues lo importante
es el vuelo la trayectoria el impulso
el tramo de aire recorrido en su ascenso
la oscuridad que desaloja al clavarse
vibrante
en la extensión de la nada.


-Flecha, la oscuridad que se desvanece al clavarse
vibrante, solida
iluminada.
Cuando perdemos el sentido de la flecha
lo perdemos por unos instantes,
por un periodo de tiempo,
por una causa,
por un abandono,
por un desarraigo de algún cuerpo
que antes fuè morada
por un libro que nos dejò esa sensación de perdida desolada.
Por una vida que perdio su rumbo al menos por algún instante

no madures, no decaigas como fruta madura,
no cambies, quédate ahi intacto en tu hermosa sonrisa
en tu piel que brilla y nos acaricia.
en tus ojos miel que son una brisa en este marzo lluvioso.
quédate intacto en tu frescura que desahoga .
yo te invito a mantenerla ahí, y mantenerme cerca de ella.
no te pierdas como la flecha, déjala ir
el camino pronto se vuelve claro,
es solo un instante pero...
no te pierdas en el.

no pierdas esa alegria, bella alegría que sin ella nosotros perdemos el sentido de la flecha.
Los impulsos de la PoeSía.
(3/2/14)


"NO TE DETENGAS" de Walt Whitman

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...